domingo, 3 de julio de 2011

Maratón de Lectura 2011 (4)

Ramón del Valle-Inclán: "Tirano Banderas" (fragmento, segunda parte, libro primero)

III

El Casino Español —floripondios, doradas lámparas, rimbombantes moldurones— estallaba rubicundo y bronco, resonante de bravatas. La Junta Directiva clausuraba una breve sesión, sin acta, con acuerdos verb

ales y secretos. Por los salones, al sesgo de la farra valentona, comenzaban solapados murmullos.

Pronto corrió, sin recato, el complot para salir en falange y deshacer el mitin a estacazos. La charanga gachu

pina resoplaba un bramido patriota: Los calvos tresillistas dejaban en el platillo las puestas: Los cerriles del dominó golpeaban con las fichas y los boliches de gaseosas; los del billar salían a los balcones blandiendo los tacos. Algunas voces tartufas de empeñistas y abarroteros, reclamaban prudencia y una escolta de gendarmes para garantía del orden. Luces y voces ponían una palpitación chula

y politiquera en aquellos salones decorados con la emulación ramplona de los despachos ministeriales en la Madre Patria: De pronto la falange gachupina acudió en tumulto a los balcones. Gritos y aplausos:

—¡Viva España!

— ¡Viva! (todos)

—¡Viva el General Banderas!

— ¡Viva! (todos)

—¡Viva la raza latina!

— ¡Viva! (todos)

—¡Viva el General Presidente!

— ¡Viva! (todos)

—¡Viva Don Pelayo!

— ¡Viva! (todos)

—¡Viva el Pilar de Zaragoza!

— ¡Viva! (todos)

—¡Viva Don Isaac Peral!

— ¡Viva! (todos)

—¡Viva el comercio honrado!

— ¡Viva! (todos)

—¡Viva el Héroe de Zamalpoa!

— ¡Viva! (todos)

En la calle, una tropa de caballos acuchillaba a la plebe ensabanada y negruzca, que huía sin sacar el facón del pecho.

IV

Bajo la protección de los gendarmes, la gachupia balandrona se repartió por las mesas de la terraza. Desafíos, jactancias, palmas. Don Celes tascaba un largo veguero entre dos personajes de su prosapia: Míster Contum, aventurero yanqui con negocios de minería, y un estanciero español, señalado por su mucha riqueza, hombre de cortas luces, alavés duro y fanático, con una supersticiosa devoción por el principio de autoridad que aterroriza y sobresalta. Don Teodosio del Araco, ibérico granítico, perpetuaba la tradición colonial del encomendero. Don Celes peroraba con vacua egolatría de ricacho, puesto el hito de su elocuencia en deslumbrar al mucamo que le servía el café. La calle se abullangaba. La pelazón de indios hacía rueda en torno de las farolas y retretas que anunciaban el mitin. Don Teodosio, con vinagre de inquisidor, sentenció lacónico:

—¡Vean no más, qué mojiganga!

Se arreboló de suficiencia Don Celes:

—El Gobierno del General Banderas, con la autorización de esta propaganda, atestigua su respeto por todas las opiniones políticas. ¡Es un acto que acrecienta su prestigio! El General Banderas no teme la discusión, autoriza el debate. Sus palabras, al conceder el permiso para el mitin de esta noche, merecen recordarse: «En la ley encontrarán los ciudadanos el camino seguro para ejercitar pacíficamente sus derechos.» ¡Convengamos que así sólo habla un gran gobernante! Yo creo que se harán históricas las palabras del Presidente. Apostilló lacónico Don Teodosio del Araco:

—¡Lo merecen!

Míster Contum consultó su reloj:

—Estar mucho interesante oír los discursos.

Así mañana estar bien enterado mí. Nadie lo contar mí. Oírlo de las orejas.

Don Celes arqueaba la figura con vacua suficiencia.

—¡No vale la pena de soportar el sofoco de esa atmósfera viciada!

—Mí interesarse por oír a Don Roque Cepeda.

Y Don Teodosio acentuaba su rictus bilioso:

—¡Un loco! ¡Un insensato! Parece mentira que hombre de su situación financiera se junte con los rotos de la revolución, gente sin garantías.

Don Celes insinuaba con irónica lástima:

—Roque Cepeda es un idealista.

—Pues que lo encierren.

—Al contrario: Dejarle libre la propaganda. ¡Ya fracasará!

Don Teodosio movía la cabeza, recomido de suspicacias:

—Ustedes no controlan la inquietud que han llevado al indio del campo las predicaciones de esos perturbados. El indio es naturalmente ruin, jamás agradece los beneficios del patrón, aparenta humildad y está afilando el cuchillo: Sólo anda derecho con el rebenque: Es más flojo, trabaja menos y se emborracha más que el negro antillano. Yo he tenido negros, y les garanto la superioridad del moreno sobre el indio de estas Repúblicas del Mar Pacífico.

Dictaminó Míster Contum, con humorismo fúnebre:

—Si el indio no ser tan flojo, no vivir mucho demasiado seguros los cueros blancos en este Paraíso de Punta de Serpientes.

Abanicándose con el jipi, asentía Don Celes:

—¡Indudable! Pero en ese postulado se contiene que el indio no es apto para las funciones políticas.

Don Teodosio se apasionaba:

—Flojo y alcoholizado, necesita el fustazo del blanco que le haga trabajar y servir a los fines de la sociedad.

Tornó el yanqui de los negocios mineros:

—Míster Araco, si puede estar una preocupación el peligro amarillo, ser en estas Repúblicas.

Don Celes infló la botarga patriótica, haciendo sonar todos los dijes de la gran cadena que, tendida de bolsillo a bolsillo, le ceñía la panza:

—Estas Repúblicas, para no desviarse de la ruta civilizadora, volverán los ojos a la Madre Patria. ¡Allí refulgen los históricos destinos de veinte naciones!

Mister Contum alargó, con un gesto desdeñoso, su magro perfil de loro rubio:

—Si el criollaje perdura como dirigente, lo deberá a los barcos y a los cañones de Norteamérica.

El yanqui entornaba un ojo, mirándose la curva de la nariz. Y la pelazón de indios seguía gritando en torno de las farolas que anunciaban el mitin:

—¡Muera el Tío Sam!

— ¡Muera! (todos)

—¡Mueran los gachupines!

— ¡Muera! (todos)

—¡Muera el gringo chingado!

— ¡Muera! (todos)



A propósito do fragmento de "Tirano Banderas"...

Hai fragmentos que cobran vida por eles mesmos e isto foi o que aconteceu con estas páxunas da obra de Valle-Inclán.

Cada vez que se lían nos ensaiosamosaban novosmaties, ata tal ponto que algunhas persoas sentron a necesidade de reler a novela, pois na súa primeira lectura non apreciaran tódolos ses valores en profundidade.

Este é un dos valores das Maratóns de lectura, o de "redescubrir" algunhas obras e algúns autores.

¡Grazas á Fundación Eugenio Granell por darnos tódolos anos a oportunidade de participar neste evento!

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